viernes, 31 de agosto de 2012

Galo, el dragón de la Magia



Es fácil recordar a los alumnos especiales, a aquellos que abren camino. Hoy, al encender la chimenea…Tenéis que saber que hay muy pocas cosas que me gusten más que el calor del fuego. Esa sensación de abrigo, casi de compañía… son muy pocas las ocasiones en las que se puede sentir: las chispas  al lanzar un leño a una hoguera, el calor que da al hogar y que provoca la unión entre seres. Como le decía a mis alumnos, el fuego, como cualquier cosa mal utilizada puede destruir... y ellos al tener la capacidad de producirlo, tienen mala fama, ya que por mucho tiempo su  magia fue usada para devastar.

Soy el hada Clara, de la escuela de Dragones, bueno, lo era en esa época. En mi escuela se enseñaba a volar, a escupir fuego sin que se ahogaran con el humo, a rugir o susurrar al viento… yo les instruía a la hora de encontrar a sus protegidos, porque todos los dragones son protectores de algo o alguien.

Era la maestra de todo tipo de dragones: me acuerdo de Ladón, Dragón de cien cabezas que cuidaba las manzanas de oro, aunque era uno de los tantos que tenía sus dudas dragoniles: le costaba entender  que no todas las manzanas necesitan tener protectores; el dragón de Wantley el más grande y de llamas espectaculares; Níðhöggr o también conocido como el Dragón de Niflheim en la mitología nórdica; El dragoncito del Monte Pilatos cuya sangre era inmortal (gran compañero de cazavampiros);  Herensuge, Dragón de La Mitología Vasca, una serpiente endemoniada, que dejaba a su paso fuego… sobre su físico mejor no hablar, porque cada uno lo describe de distintas formas y nadie sabía como vencerle… claro es que  un vasco, dicen, no puede ser pequeño.

Bueno, bueno… que a quien recordé mientras prendía la chimenea fue a Galo, el dragón de la Magia. Galo, era un dragón de la orgullosa estirpe de los  Wantley, bravos en las guerras y dispuestos a dar su sangre por sus aliados. Pero  Galo era pequeño, no podía volar como sus compañeros e intentaba saltarse las clases de “creación de fuego” porque sus llamas no eran como las de los demás: ¡eran de colores! Y no es que Galo fuera cobarde o algo así, es que pasaba su tiempo siguiendo mariposas y contemplando “el Árbol de los Colores”. El profesor Xin, un dragón chino y viejo, intentaba animarle, pero Galo se apartaba del grupo, como si otro mundo lo llamara.

Y es que un dragón, para hacerse adulto, conseguir su armadura y recibir su poder, necesitaba encontrar a su protegido... era instintivo, en cuanto un dragón ve a su protegido en peligro, aparece con toda su fuerza, terrible y furioso. Sin embargo, Galo parecía una lagartijilla con alas y los demás se burlaban de él en todo momento.

Pero un día  los compañeros de Galo, los otros dragones, estaban quemando hierba en la clase de “fuego”, para practicar, no encontraron nada mejor que chamuscar el árbol de Galo.

.- Quememos el “Árbol de Colores”.- gritó uno.

Galo salió entre las matas y con un tono muy serio dijo:

.-A este árbol ni lo toquéis-. 

.-¿Qué te pasa Galo? -. Dijeron los demás dragones .- ¿Es que quieres pelear por un árbol?-.

De pronto las aletas de la espalda de Galo se erizaron. Se alzó, estirándose como un cohete que sube al cielo y dobló el tamaño del árbol al tiempo que daba un gran rugido.  ¡Hasta yo, que le estaba viendo a cierta distancia me asusté!
-       Si, dijo, pelearé por él.
Entonces me acerqué y le pregunté:
- ¿Por qué te importa este árbol, Galo?, siempre has estado cerca de él... ¿qué te atrae?-.
.- Sus colores-. Me respondió Galo, no sin cierta vergüenza.
Hice una señal a los demás para que nos dejaran solos. Quería conversar con este alumno tan especial…
- Estoy orgulloso de ti Galo, has sacado toda tu fuerza para defender la simplicidad de la belleza, lo que te importa, ven conmigo-
Caminamos un rato y le conté que los seres humanos ya no recuerdan la hermosura, la alegría... les es más fácil llorar y morir que encontrar razones para vivir. Y por eso, descuidan lo bueno y lo bello.
-¿Se han vuelto idiotas?, me preguntó Galo, muy extrañado.
-No, -respondí.- Nosotros nos hemos vuelto descuidados, al no dar seres poderosos a la luz. Pero tú, mi querido Galo eres el primero de muchos dragones cuya misión será defender a los seres mágicos que le recuerdan al humano, que si hay sombras... hay luz.
Y así quedó, solo frente al árbol. Pero de pronto aparecieron entre las multicolores hojas miles de mariposas aplaudiendo y entre ellas Salamandras (hadas del fuego) y Sílfides (hadas del viento).

Galo abrió su enorme bocaza con gran asombro ante la visita de aquello seres diminutos y encantadores. Me acerqué a él y le susurré:

-       Te contaré un gran secreto: este árbol de colores es la escuela de Magia Filodendro. Es aquí donde los seres mágicos aprenden a dar luz al mundo y tu misión será protegerla... Serás el Gran Galo, el Dragón de la Magia.

Y desde ese día fueron las hadas y las mariposas las que se encargaron  de enseñar a volar a Galo... y a escupir fuego… ¿Qué para qué? Pues para Galo protagonizar maravillosos espectáculos por toda la comarca; alegraba las noches más oscuras con hermosas piruetas mientras disparaba llamas de colores que caían como estrellas… que según su color ofrecían un don a quien las viera…

Hay que decir que en el aprendizaje, alguna que otra ramita fue chamuscada, pero eso lo arreglaban las haditas del bosque sin enfadarse con el pobre Galo, que sentía mucho hacer daño a la naturaleza.

Ahora lo estoy esperando, porque, además de fuegos de colores aprendió a calentar el agua de las lagunas…para  el Gnomo Andrés, profesor disfraces, ya quele hace falta su baño cada uno o dos años.





Y colorín cantado, este cuento se ha acabado.